CUANDO EL CABALLO VUELVA
El caballo que aparece en mis sueños es muy grande, tan grande que la pesadilla se trata de no poder montarlo. Algunas veces lo he logrado, lo monto y cabalgo con él a través de un infinito campo en otoño. Siempre que lo monto es a pelo, me tomo de sus crines para no caer, mientras él intrépido, galopa a toda velocidad saltando troncos de árboles caídos, piedras, escaleras de pueblos viejos. Mi caballo es de color crema y puedo ver cada uno de los músculos que lo componen, el contacto de mi pelvis con su lomo genera unas venas de luz que nos unen, a través de ellas, puedo sentir su fortaleza y determinación como si fueran mías. Cuando despierto y me veo aquí, en esta realidad que oprime, dictamina, anula, me pregunto ¿a dónde van las mujeres cuando mueren? ¿Cómo debe morir una mujer? Nos han enseñado que las mujeres debemos vivir invisibles y silenciosas, ¿será que eso se espera de nosotras al morir también? Que nadie nos extrañe, que nadie nos recuerde, que nadie nos busque