CORRER DESCALZA
Amanece temprano aunque sean vacaciones, aquí no hace frío, estamos a veintinueve con sensación térmica de treinta y tres. Salgo al balcón y estiro mi tapete. Respirarme, ajustarme, reagruparme. Luego salgo a caminar y me dan ganas de correr, pero no traje mis tenis, así que mejor sigo caminando, me gusta sentir la arena en mis pies, entre mis dedos, salpicando mis pantorrillas, me gusta cómo me hundo, poco, no mucho, lo necesario. Mientras avanzo comienza a salir el sol y observo cómo se quedan las marcas de mis pies en la arena. Como quello que fue mío, que estuvo en mí y que deja cuenta de que estuve allí, que habla de mi peso, mi velocidad, mi tracción y mi empuje. Mi voluntad. También es aquello que me mira desde atrás alejarme, siendo la misma pero distinta, con menos piel, con más historia. Me encuentro un pez globo muerto, siento un poco de miedo y un poco de asco también, tal vez en mi siguiente vida no sea un pez japonés y sea éste pez globo que yace en la playa, jun