La Gitana
Llegó La Gitana al parque, se dispuso a colocar su mesa de madera plegable, su banquito de bastón, sacó su bola de cristal y la pulió un poco, abrió su tarot y lo colocó con destreza de un solo movimiento en abanico sobre la mesa, bajo la sombra del frondoso ficus en la esquina izquierda de la Biblioteca. Las personas que apuradas atravesaban el parque no se detuvieron a verla, la confundieron con el paisaje, como una cosa de todos los días, aunque este día no era igual a los otros, pero eso ellos no lo sabían. Algunas otras personas, de esas curiosas que viven lento, no podían apartar la mirada de ella, esa hermosa y exótica anciana de cabellos chinos y plateados que se asomaban alborotados debajo de su paliacate de flores, la mujer portaba grandes joyas y ropas de volantes que contaban historias. Las palomas y gatos del parque se acercaron rápidamente a comer de los trastos que la anciana sacó de una bolsa de su falda, los llenó con agua y migajas de pan, los colocó en el piso junt