Espresso al dos por uno
Antes de que las hormigas volaran, bailaba con mis zapatos favoritos sobre una nube de bigotes amplios y sinuosos cada día de cada mes bajo la lluvia, y tú te asomabas desde aquel acantilado deseando volar. Yo a menudo me preguntaba si por fin te lanzarías para sorprenderte feliz cuando tus enormes alas replegadas a tu espalda se expandieran libres, brillando como turmalina marina, destellando, vibrando, planeando. Casi todos los días me preparaba un café con un pincel mágico que hacía realidad mis deseos, aún hoy me sigo sorprendiendo de todos los deseos que se me cumplen, como cuando te quedas mirando mi rostro y me dices que soy bonita, de ese tipo de regalos hablo. Escribo y borro. Escribo y borro. Bajo corriendo las escaleras de caracol para aventarme un clavado al mar y dejar que las olas masajeen mi espalda y los peces besen mis rodillas, miro hacia arriba para ver una vez más que sigues parado al borde del acantilado mirándome. Es natural el