Aparecer




Dice mi mamá que yo nací de su panza, pero a veces cuando me veo las palmas de las manos y las plantas de los pies, creo que en realidad me arrancaron de un árbol. No estoy segura si yo era antes una hoja o un pedacito de corteza y con la biopraxis fui surgiendo como humana. A veces también pienso que fui caracol y que ese impulso gusánido baboso me empuja a desplazarme incesantemente, como en una banda sin fin, sin finalidad, sin destino, solo resbalar hacia delante. Pero a lo mejor sólo es mi memoria de hoja que una vez desprendida del árbol no deja de volar y tropezar con el mundo. 

Si el mundo aparece para los seres humanos cuando lo nombramos, cómo aparece para las hojas de los árboles, tal vez cuando van dando tumbos con él. Y cómo hacen ellas la distinción del sistema y del entorno, serán entonces capaces de analizar las configuraciones que van naciendo, quién sabe, pero algo me dice que los caracoles y las hojas caídas de los árboles que van dando volteretas por el mundo saben más de interconexiones que yo.

No tengo intencionalidades epistemológicas, apenas son las 11:58 del día y le di un pequeño sorbo a mi café, se agotaron los balones suizos y no pude entrenar como deseaba hoy por la mañana, aunado a esto mi cerebro ha estado ocupado en la captura y liberación de Ovidio Guzmán, mirar el retrovisor, cambiar de carril, preparar mi sesión en PIDO, en fin.

Esto es en realidad una disculpa pública y sentida a mí misma, porque un día fui caracol y con ésta afirmación no quiero sonar tautológica, pero está en mi naturaleza, una disculpa más por eso. Resulta confuso a veces intentar distinguir si soy humana, hoja/corteza o caracol y si dentro de éstas opciones soy la configuración como unidad distinguida, el entorno configurante como unidad excluida o la configuración relacional.

Y es que mirarme me hace investigadora de segundo orden, es decir soy una humana que se observa a sí misma y nuevamente me pregunto si ésta capacidad de abstracción y observación la tienen los caracoles y las hojas. Es como pararte en medio de dos espejos, puedes mirarte infinitamente, tanto que de pronto dudas si eres tú la primera versión de esa imagen reproducida incontables veces. Sería interesante colocar a un caracol y/o a una hoja en medio de los espejos y observar sus crisis. Y desde una mirada holística, serían mis crisis también.

Hoy muy temprano cuando aún estaba oscuro, caminé decididamente para subir a mi camioneta y manejar hasta mi trabajo, sorpresivamente escuché un crujido suave, pero indudable bajo mi tenis y supe inmediatamente que me había aplastado a mí misma. No tuve valor para mirar, sólo seguí caminando y lamentando en silencio aquella muerte mía. Ahora me pregunto si sigo siendo yo humana al haber perdido, aplastado, asesinado –involuntariamente- a mi versión gusánida y ruego a la vida no me ponga en una situación similar con la hoja de árbol que anda por ahí vagando felizmente, porque tengo miedo de finalmente, desaparecer ya que perdería mi configuración y entorno, o mi relación y configuración, o mi entorno y relación, de cualquier forma, quedaría sola y no podría leerme, nombrarme, surgir, aparecer. 

Perdón hermoso caracol. 

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