Mujer desierto

 


Estoy sosteniendo una tristeza, es muy bonita, la tengo entre mis dos manos y la miro sonriendo, mi tristeza es como una esfera transparente de color durazno, ¿qué estupidez verdad? sostener una tristeza, pero es que además de que es bonita, es como el fuego del castillo, si se rompe, si termina de desbordarse, no tengo idea de qué pueda pasar.

 

La primera vez que pude sentir cómo sudaba aquellas micro gotas de tristeza que iban formando la esfera, fue cuando me dolió el corazón de la piel, un día me di cuenta de que mi piel estaba agrietada, grandes líneas de surcos atravesando mi desierto, soy desierto, por mí sólo vuela el polvo que forma las dunas.

 

Soy una mujer-desierto que sostiene una tristeza bonita, hoy en pandemia, atravesando una cuarentena de más de ciento ochenta días, con un miedo sembrado y regado cada día, somos un peligro mutuo nos dicen.

 

Y los cuerpos se separan, las distancias se agrandan, las dunas crecen, se trasladan, se transforman, los desiertos se agrandan, ganan espacio, el silencio se agolpa, el tiempo se distiende, las miradas se pierden en los horizontes, las charlas se repiten, los corazones se caen y hay que ir por ahí levantándonos unos a otros, las soledades se disfrazan, las esperanzas se deshacen, se deshacen.

 

La pandemia es el pretexto perfecto para todos, para todo, pero antes ya había otros, siempre los ha habido, luego con el pretexto en los labios nos sonreímos como si tal cosa, como si las tristezas no se fueran a romper un día, de golpe, una a una, o todas juntas, ¡qué más da!

 

No estamos bailando juntos, nos sientan lejos, con la proximidad que no es peligrosa, evitando los fluidos del otro ¿quién iba a pensar? Caminar moribunda entre los moribundos, pero ¿qué no ha sido siempre así? “Acostúmbrate a morir antes que la muerte llegue, porque muerto solo vive, el que estando vivo, muere”

 

Muero un poco cada vez que renuncio a algo que amo, pero la renuncia en éste último año, ha sido la orden del día, así que, si fuera un gato, estaría completa y definitivamente muerta, no soy un gato, soy oso, colibrí, pez, soy furia, soy fuego, soy puño. Estoy muy cansada, demasiado cansada para preocuparme, o para llorar, así que paso de un pensamiento a otro como si se tratara de trasbordar en el metro en un viaje largo y sin destino, me quiero tirar a la depresión y que deje de sonar el teléfono, en lugar de eso bailo.

 

Mi casa no es un teatro, mis roomies no son mis espectadores, mi casa es casa, mis roomies son mis roomies, mi danza, mis movimientos, mis ideas, mi tristeza bonita, mis renuncias no son becas del fonca, son sólo yo, sólo yo, al momento de sostenerme, soy sólo yo, eso nunca lo olvido, ¿cómo podría? Y entonces me digo: otra vez siendo ingenua Natalia, creías que sostenías la tristeza, pero la tristeza te sostiene a ti.

 

La técnica sostiene al cuerpo, la tristeza sostiene la potencia, la potencia humana, la potencia del alma, la improstituible, la inapropiable, la salvaje que grita: ¡sí estoy llorando ¿y qué?! Odio la pandemia, no me gusta la pandemia, regrésenme mi vida, ella se pone a bailar y baila, baila todo el día, cuando se pone un vestido para disimularse, cuando camina por el parque para pasear a la perra, cuando sale a comprar comida, cuando limpia la casa que no es teatro y en la que se baila desde que la abuela Geña dijo que limpiar bailando era más divertido

 

Soy mujer-desierto mujer-potencia mujer-danza mujer-tristeza mujer-animal, mujer-deseo mujer-renuncia y bailo porque no podría ser de otra forma.

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