ME INVITÉ A LA CONVERSACIÓN Comentarios detonados por el fanzine Activaciones Críticas de la Memoria


 

“Una ciudad que estaba dejando de ser ella misma” dice Marisol García Walls refiriéndose a CDMX después de los temblores, me imagino que es más o menos la descripción de las personas que nos caemos al hoyo del árbol del feminismo por ir persiguiendo curiosas al conejo que lleva prisa. Voy dejando de ser yo misma, dando paso a mí misma. 

Me descoloca leer feminismos, filosofía, política, arte de mujeres reivindicando a las mujeres, ser testiga de artivismos como los llama Julia Antivilo. Me descoloca porque creo que llevamos muchos años trabajando por lo mismo y apenas vemos pequeños cambios, aunque tengo que reconocer que también son gigantes. Me descoloca porque siempre encuentro conceptos, ideas, imágenes y coincidencias que me dejan flotando el corazón y el cerebro, enamorada, embelesada, inspirada.

En 2017 estaba en el Centro de las Artes de San Agustín Etla en Oaxaca haciendo una improvisación cuando se movió el edificio y crujieron salvajemente las viejas maderas, estaba cayendo una tormenta y encima tembló, escuchamos un tronido fortísimo y pudimos ver que un abuelo/árbol cayó al suelo, nos asomamos curiosos por el balcón y lo vimos ahí partido, tirado, con las raíces de fuera, a un lado de este árbol estaba el árbol de Mamuba, una obra que se activa con la participación del público y que se desarrolla en un árbol.

La Abuela Fini, chamana amiga de mi familia me enseñó a pedir permiso a los abuelos antes de intervenirlos, mi árbol no era el más grande, así que no era abuelo, pero los dos árboles a sus costados lo eran, así que me puse de rodillas, encendí un cigarro de tabaco y pedí su permiso con la oración de Don Andrés Xiloj Padre-Madre Maya. Primero quité las piedras más grandes y las usé para formar un círculo amplio en la tierra, luego barrí dentro del círculo para que quedara lo más liso posible; los guardias del lugar me vieron y vinieron a ofrecerme su ayuda y un mejor rastrillo para limpiar, comenzamos a colgar los listones en los que las personas pudieran escribir sus penas, los bordados con las memorias del cuento de Mamuba, los espanta espíritus, las fotografías en blanco y negro, clavamos en la tierra a la manada para que sus sombras se crecieran con el sol, dejamos los plumones para que las personas intervinieran las fotografías y colocamos en puntos estratégicos las máscaras de colibrí, oso y anciana. Sin dudarlo las personas que trabajaban y/o visitaban el CASA se acercaban a tomarse fotos, a ponerse las máscaras y a caminar por el espacio.

Después de que terminé de instalar la obra y platicar con los guardias y las personas curiosas me fui a continuar con las actividades colectivas y empezó a caer la tormenta, cuando cayó el abuelo/árbol creí que había aplastado a mi árbol, pero no fue así quedó intacto, me gusta pensar que el abuelo lo protegió intencionalmente, así que cuando pasó la tormenta fui con mis amigos a darle las gracias y a decirle adiós.

Vinieron unos artistas y les invitaron a darnos retroalimentación de nuestros proyectos, uno de ellos me dijo que hablar de mí misma no era interesante para los demás; otro me dijo que parecía que yo quería que el mundo fuera color de rosa, que tenía que esforzarme por mostrar un lado oscuro también; otro me dijo que no porque a la gente le gustara mi proyecto y lo activara intuitivamente quería decir que estaba bien diseñado, me dijo que mi propuesta artística no era nada. En ese momento no pude más que agradecer sus comentarios y esperar sentada a que sus palabras tuvieran sentido. 

No puedo quitarme de la cabeza las palabras de Elizabeth Ross cuando nos dijo:
“Hablar de una misma en la obra es desobedecer, resistir, provocar y esperar por las consecuencias”. Me pregunto qué fuerza me mantiene haciendo estos proyectos y obras, me respondo que la fuerza de las colectivas, las energías de cientos de mujeres que ahora y antes luchamos por nuestro derecho a coexistir de forma pacífica, por nuestro derecho a expresar de cualquier forma nuestra unicidad, por el deseo/necesidad de seguir escavando en las memorias y encontrar respuestas o más preguntas, no lo sé. 

Conocer las búsquedas, resistencias y pronunciamientos de otras muchas mujeres en el arte me hace sentir en contexto, entre amigas, como cuando en mi adolescencia me asomaba curiosa a escuchar lo que decían en el círculo de mujeres y pensaba que sonaba muy bien y que cuando yo fuera grande también sería parte de un círculo de mujeres. Hoy creo que ese círculo es gigante y que atraviesa el tiempo y el espacio porque al leer el fanzine me sirvo un café y casi puedo sentir que estoy ahí, escuchándolas.

El árbol de la casa de Monica Mayer me hizo recordar a mi árbol de Mamuba -que han sido muchos árboles en distintas ciudades- me hizo recordar las violencias verbales y emocionales que desató mi proyecto. Me pone la piel chinita pensar en las miles de memorias que hay alrededor de los terremotos, si todas las mujeres del mundo escribiéramos nuestras experiencias y luego pudiéramos leernos unas a las otras, creo que las historias estaría atravesadas por estas reflexiones metafóricas que nos harían sentir identificadas. 

Dice Fernanda Zendejas Bernal que los archivos son una selección de recuerdos, yo que últimamente he pensado mucho en prenderles fuego a los míos, he re-direccionado mi deseo a seleccionar, tarea que me tendrá ocupada durante varios meses. Archivar, condensar la vida. 

Tarea para el Seminario Taller Desobediencias Creativas de la Cátedra Rosario Castellanos, facilitado por Julia Antivilo

Fotografía  de Mamuba  de Sergio Rojas Granados


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