1980






 


1980 

Año en el que se implementó el Impuesto al Valor Agregado en México y se fundó la Biblioteca Pública Central "Francisco J.Mújica" de Michoacán. 

Nací en un hospital de monjas de Santa Julia, barrio bravo de la CDMX.  No soy católica, pero sí me agrada la palabra religión que nace de re-ligar o volver a vincular, conectarme con el universo, con el espacio de lo sensible, con la divinidad que habita en mí y en todos los seres de Terra...medito todas las mañanas y también por las noches antes de dormir. 

Rius el caricaturista me hizo la clásica broma al decirle yo mi nombre ¿y si reza? un día que le pedí que me firmara un libro en el Palacio de Minería y desde ese día dejé de leerlo...Sí. A veces tomo decisiones así, después de muchos años las observo y ya no les veo sentido. 

No viví en Santa Julia, pero recuerdo perfecto la casa de mi tío A, me encantaba el edificio, las escaleras, el eco, la madera, el perico mordelón y el olor. 


Mi papá nos ha contado muchas historias de la vecindad en la que vivió su infancia, de las peleas, las solidaridades, las fiestas, la tele comunitaria, los juegos, las retas. Mi papá tiene una muy mala opinión de la gente que toma porque les vio hacer cosas terribles. Él me enseñó con sus historias que los monstruos no siempre parecen monstruos y que de la gente es mejor desconfiar siempre un poquito.


Mi mamá me llevó a tomar clases de ballet a los tres años y luego de eso se desató una cadena de acontecimientos que me han permitido conocer muchas dimensiones de un mismo fenómeno: la danza. 


De mi infancia me acuerdo de la casa de mis abuelos maternos en una esquina de la calle y la mía hasta la otra esquina, me acuerdo que podía atravesar por los patios de mi tío N y mi tía L porque ningún terreno estaba cercado. Me acuerdo que un día por ir corriendo de casa de mi abuelita a mi casa, me enterré un clavo oxidado en la planta del pie, los remedios de mi tía L me dolieron mucho, pero me sanaron rápido.

Me acuerdo que a veces, aunque hiciera mucho frío, mis papás nos levantaban en la madrugada para ver una lluvia de estrellas, la luna o esperar pacientemente el paso de un cometa; un día también me sacaron de mi cama muy tempranito porque estaba temblando y las macetas se movían como campanas, también un día muy tempranito, todavía estaba oscuro, llegaron a avisarle a mi papá que mi abuelita C había fallecido.


Yo ya había estado en un funeral antes, cuando mi amiguita B murió de leucemia. Tenía otra amiguita que padecía epilepsia y otro amigo con autismo, íbamos todos en el mismo salón, a ellos también les pegó la maestra con un borrador en las manos porque nos salimos a correr al patio sin permiso, no recuerdo si se les rompieron sus uñitas de niños como a mí o si sus mamás fueron como mi mamá a gritarle al director que era un cobrarde porque no la quería recibir.


También de mi infancia recuerdo mis disfraces, me vestía de Sherlock Holmes o como Jo de Mujercitas, también me imaginaba que me encontraría un Caballito Jorobadito que me ayudaría a cumplir mis sueños de aventuras, pero las aventuras las viví todas de la mano de mi hermana E y el único animal exótico que algún día encontré fue un axolotl. 

También en mi infancia fui reina de la primavera y recorrí las calles montada en una camioneta diciendo adiós. Mi mamá me llevaba a clase de danza taitiana súper lejos de mi casa, también lejos estaba el mercado en donde me compraban esquimos de fresa cuando hacía mucho calor.

Cuando hacía mucho calor hacíamos locuras, como meternos en el pozo del jardín y ensuciar toda el agua, nos regañaban horrible, pero nuestro entusiasmo no menguaba. Lo que sí sucedió sin entusiasmo fue que moví los pompones en una tabla rítmica al compás de Last Train To London, amaba esa canción, supongo que la falta de entusiasmo se debió a que esperaba un poco más de creatividad en el bailé, menos gritos y más diversión.

1990

De pronto dejé de vivir en un pueblito de vacas y pollos en el Estado de México para ir a vivir a una ciudad, Querétaro no era muy grande, pero sí lo suficiente como para que yo tuviera que montarme todos los días en un microbús para ir a la escuela que estaba literalmente al otro extremo. 

En las primeras semanas de vivir en nuestro nuevo departamento se trató de meter un fulano que mi abuela G golpeó con una escoba heróicamente a través de unos tabiques de hoyitos en el cuarto de servicos, hasta que lo hizo caer al pasto desde un tercer piso.  

Como el cambio de clima había sido muy extremo -pues en el Estado de México hasta nevava- me desmayaba constantemente por el calor queretano, me golpeé el cuerpo fuertemente contra el piso, sillones, tubos y un sinfín de objetos que malintencionadamente aparecían en donde yo iba a caer, luego descubrí las lechuguillas y las convertí en mi salvación.

En Querétaro pude ampliar mis experiencias corporales gracias a las oportunidades que ofertaba la ciudad y a la independencia que adquirí con la edad, fui a clases de natación con un grupo mixto, en las que para el instructor era tan importante atender a los niños chiquitos y a los adultos mayores que nunca me enseñó nada, así que pasaba la clase flotando y jugando, también anduve en patines, jugué tenis, aprendí a mover las cadenas de fuego, me aprendí todas las canciones de Björk y entré a muchos antros con credenciales que a todas luces eran falsas. 


Bailé mucho en clases, cursos, fiestas, en mi casa, teatros y raves, las fiestas electrónicas me enseñaron la diferencia entre un evento y una experiencia. 

Tuve mi primer empleo bailando en la secundaria, pues me invitaron a ser modelo para estudiantes de fotografía, luego di clases de ballet en la casa de cultura de la Alameda, también fui gogo dancer y eventualmente empecé a recibir un sueldo por bailar con Ballet Nacional de México. Todo lo que ganaba me lo gastaba con mi hermana V en el cine, hamburguesas, helados, stickers de las chicas súper poderosas con los que adorné mi casillero y piojos de colores para el cabello. 


2000

Viajé sola y acompañada. Viajé en las giras y también en las vacaciones. Me perdí en muchos lugares, en pueblitos, ciudades y países que no había conocido y siempre apareció gente que me ayudó a encontrar mi camino de regreso. Me enamoré. Viví en casas hermosas, con vistas maravillosas y mis vecinos me contaron historias que me hicieron tener más curiosidad del mundo. Me mudé a Puerto Vallarta.

Tuve un cumpleaños que nunca voy a olvidar porque mis amigos me organizaron una fiesta sorpresa. Ese día di función, así que fueron a verme y luego me invitaron a cenar, cuando llegamos al departamento de Z estaba toda su terraza hermosamente decorada con velas y desde ahí podíamos ver el mar, no recuerdo qué cenamos, pero el postre era un pastel de chocolate riquísimo, gracias al que después de un rato todos éramos políglotas, habíamos mexicanos, franceses, estadounidenses y ucranianos, seguro hablamos marciano también. 

Me mudé a Morelia, me sentí muy sola, tuve hambre y miedo como nunca antes. Trabajé dando clases, primero copiando el estilo de mis maestras y maestros, luego tomando cursos y poniendo mucha atención desarrollé mi propio estilo. Me enojé mucho y renuncié a algunos empleos porque no se parecían a lo que yo soñaba. Pero nunca dejé de trabajar, de hecho hay años de mi vida que transcurren en la narrativa del trabajo. 

Empezó a gustarme eso de no cambiar de casa, de no cambiar de ciudad. Gracias a la señora de la verdulería, a la de las tortillas y a la que pasaba a vender nopales aprendí a cocinar mis platillos favoritos, a cuidar de mis plantas y de N, un schnauzer gigante con el que viví muchos años. 

Seguí bailando y viajando. Cocinando y cuidando. Aprendí que al cuidar de otres me cuidaba a mí misma. Entonces decidí ser mamá.


2010 

Cuando el hijo venció la etapa de enfermarse gravemente, me pareció un buen momento para seguir estudiando, así que retomé mi gusto por tomar cursos, talleres y eventualmente me inscribí a una Maestría que cursé en compañía de mi madre y luego a un diplomado, a otro y a seminarios. Abrí mis redes sociales y cada vez entiendo un poco más cómo y para qué funcionan.


Durante un tiempo tuve mucho miedo de quedarme sola porque el hijo cada vez necesita menos de mi cuidado y la pareja trabaja sin descanso. Hoy hago muchas cosas sola y he descubierto que es bello, también es una forma de cuidarme y de reafirmarme que soy auto-dependiente (también interdependiente, pero en este punto de mi vida, era importante saber que podía salir adelante con mis propios medios)

He creado y encontrado empleos que me hacen feliz y en los que me puedo desenvolver con creatividad y respeto, he aprendido a dialogar y negociar, en lugar de renunciar. También he aprendido a dejar ir, personas, proyectos, viajes, cosas. He recordado que soy valiente, que soy creativa y que tengo un proceso acelerado de cicatrización.


A lo largo de mi vida he dedicado una gran parte de mi tiempo a tomar clases, también he bailado, he sido docente, he montado coreografías, creado obras, investigado, escrito, gestionado, promocionado, divulgado, producido, organizado y coordinado eventos de danza. Lo he hecho desde el sector público, el sector privado y el sector independiente. Lo he hecho con muchos recursos, con pocos recursos y sobre todo con gestión de talento humano (lo más importante). 

Lo he hecho para ser feliz, para sentirme útil, para estar acompañada, para tener dinero, para viajar, para ser reconocida, para vivir un reto, para recordar mi potencia y hasta para estar sola. 

He hecho danza con respeto, con rebeldía, con disciplina, con irreverencia, con mucho amor, tristeza, enojo, entrega y compromiso.

Hoy sigo haciendo danza porque he descubierto que la danza puede ser un camino luminoso para conocer, divulgar y defender los derechos humanos porque cuando bailamos se expande nuestra consciencia, los músculos se activan, se relajan, se contraen, secretamos hormonas, estimulamos las conexiones neuronales y conectamos con los otros seres vivos y el espacio. La vida cobra sentido, florece. Hacemos consciente nuestro derecho a la vida.

Cuando bailamos vivimos el aquí y el ahora, percibimos claramente el mundo desde un terreno sensible, desde lo extracognicitivo y desde ahí ¡es tan evidente la libertad! Esa capacidad que tenemos para decidir autónomamente cómo y hacia donde queremos movernos, sin que nadie nos imponga su voluntad, incluso cuando bailamos salsa con una pareja y decidimos tomar rumbos diferentes nos podemos volver a encontrar si es esa nuestra voluntad, incluso si chocamos, nos pisamos o atoramos en la vuelta salen las risas espontáneas, nadie se enoja con la otra persona, respetamos su voluntad y por voluntad volvemos a agarrar el paso y continuamos bailando juntos.

Por eso resulta tan importante trabajar en distinguir entre la disciplina y la imposición, porque ya sabemos gracias a los experimentos de Stanley Milgram que la obediencia sin criterio nos puede llevar a situaciones devastadoras para la humanidad. Saber que estamos bailando de tal o cual forma porque así lo hemos decidido, es hacer valer nuestro derecho a la libertad.

Y al reconocer y defender nuestro derecho a decidir, estamos cuidando de nosotras mismas y de las demás personas y seres vivos, porque estas pequeñas decisiones cotidianas trabajan para generar nuestra seguridad, así como para reconocer que podemos también brindar y exigir seguridad no solo a las personas, sino a las organizaciones, instituciones y empresas. 

Porque cuando bailamos observamos que el espacio sea adecuado para lo que vamos a bailar o adecuamos también nuestros movimientos para no golpearnos con los muros o el techo. Si bailamos acompañadas, acompañados, cuidamos que nuestra pareja no se golpee, le tomamos con cuidado para cargarle, darle una vuelta o abrazarle dramáticamente, un buen partner nunca te deja marcados los dedos, no te genera moretones al bailar, nunca te deja caer, ni se burla de ti; una coreografía bien planeada, explicada, montada y ejecutada no te genera lesiones o insiste en conservar un movimiento que te lastima. Eso es inaceptable. 

Una buena clase, con metodología y pedagogía no lastima, pero sí fortalece, hay una gran diferencia en ello; un maestro o maestra preparada encuentra el momento y las palabras correctas para explicar con empatía y respeto el ejercicio, sin ofender, sin evidenciar, sin hacer chiste de sus alumnos. 

Conocer nos permite valorar y cuando valoramos nace el deseo de cuidar, por ello es tan importante la educación, porque a través de los saberes y conocimientos de las áreas y dimensiones que componen la vida podemos conocer, entender y sensibilizarnos ante las realidades, problemáticas y posibles soluciones para acceder todos, todes y todas a una vida digna y libre de violencia, la danza en este sentido aporta la curiosidad, sensibilidad y procesos de investigación y creación para poner el foco y generar plática en torno a temas de interés común, para trabajar juntas en mejorar el mundo, el derecho a la educación es sin duda un aspecto decisivo para la transformación social, las hacedoras y hacedores de danza somos agentes de cambio.

Desde mi perspectiva, se ha subestimado el poder de la danza, se ha usado desde hace años para adornar y alegrar los eventos sociales, pero la danza no es algo que se usa, la danza se vive, la danza es una experiencia y sino lo es, entonces no es danza, es algo supercifializado, es algo, falso, vacío y complaciente que no tiene nada que ver con el arte, tal vez con el deporte, pero no con el arte. 

La danza promueve el reconocimiento de la potencia humana y por ello coadyuva a la garantía de los derechos humanos, mi historia de vida sería otra sin la danza. 

Porque la danza tiene ese poder, ser faro de luz y guía en la vida de las personas. 


2023. 

Pienso que soy el resultado de circunstancias socio-culturales específicas que se gestaron desde hace muchas décadas en México, las cuales permitieron a mis padres tener conciencia de clase, sensibilidad por lo poético de la vida y empatía con los seres vivos, desde ese lugar nos criaron a mis hermanas y a mí, para ser personas con la firme convicción de defender nuestro derecho a la vida, a la ternura, a la igualdad sustantiva, a la rebeldía y la creatividad, mis padres nos enseñaron que trabajando de forma colectiva y solidaria podemos cambiar el mudo. 

Y nos enseñaron que el arte es fundamental en ese camino. Desde mi infancia tuve acceso a escuelas de danza, a talleres de danza en Casas de Cultura, al sistema académico del Instituto Nacional de Bellas Artes y ya más grande a institutos internacionales también. Supongo que por eso aprendí que las posibilidades de seguir haciendo danza son infinitas y que la educación artística sí hace la diferencia en la manera en la que las personas percibimos el mundo, como un gran territorio común, que ha sido cuidado, amado y ritualizado por muchas personas antes que nosotras, y que siempres está listo para ser re-interpretado, re-inventado. 


Todos lo días cuando despierto agradezco por mi vida, mi familia y mi trabajo. Pienso que ser jefa del Departamento de Danza es un privilegio y que estar al servicio de la sociedad desde la danza es una responsabilidad grandísima que comparto con el equipo de trabajo con el que coincidí en este tiempo y espacio, un equipo comprometido y apasionado por la danza ¡es un regalo de la vida! 

También me doy permiso de tener aspiraciones, aspirar a mejorar y tener nuevas experiencias es fundamental en mi vida. Creo que se trata de curiosidad, esa curiosidad que despierta el arte en las personas, ese ejercicio de imaginar futuros posibles en los que bailar con la plena consciencia de que desde ahí accedemos y defendemos nuestros derechos no sea un privilegio, sino una cosa cotidiana a la que podamos todas, todos y todes acceder. 

Bailo un poquito todos los días y me repito a mí misma si lo puedes imaginar, lo puedes crear. 


Gracias a la Maestra Luz Barajas y a la Universidad Vasco de Quiroga por invitarme a hablar de danza y detonar esta reflexión. 

Comentarios

  1. Qué hermoso escrito, somos unas mujeres muy afortunadas con esos papás que tenemos, y estoy muy orgullosa de ti y de los lejos que has llegado, y por supuesto que todavía falta. Te amo hasta el infinito.

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    1. Sí lo somos, estoy mega orgullosa también de tí hermana, te amo!!!

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