Mujer-Colibrí y Xoloitzcuintles
A pesar de que lo obvio -la rapidez y el tamaño- no resuena con mis características, hay aspectos que sí me conectan de manera contundente. Primero, los colibríes por la noche cuando no están buscando comida, pueden entrar en letargo, un estado similar a la hibernación, eso soy, sin más rodeos, no hay más explicaciones que dar, dormir para mí es una tarea seria con la que me comprometo al cien por ciento.
Segundo, son aves polinizadoras altamente especializadas, que incluso han co-evolucionado con un número limitado de especies de flores y presentan adaptaciones a tales flores, es decir que sin la flor adecuada no pueden alimentarse y pierden su propósito, su vida lleva implícito su contrato sagrado.
En mi estado de colibrí, este verano me encontré de pronto conectada a dos Xoloitzcuintles, guardianes de espíritus que nos han de guiar hacia nuestro camino al Mictlán. Estos dos Xolos gentilmente estuvieron junto a mí y vigilantes detuvieron mi paso, indicándome que aún no es tiempo de avanzar juntos, todavía hay mucho por hacer aquí. Me brindaron su calor y con su aceptación la tranquilidad de saber que llegado el momento me guiarán a reunirme con mi familia, mis tías, tíos, bisabuelos, abuelos, con mis abuelos Geña y Manuel a quienes he puesto ya el altar, para que vayan reconociendo el camino y nos vengan a saludar.
Felices coincidencias de símbolos, arquetipos y mitologías que me siguen develando el sentido de mi viaje, en manada, sin prisa, con amor y agradecimiento.
Fotografía de Luis Enrique Granados
Residencia de creación con Rocío Luna, Ana Baer y Rosely Conz,
en el marco de FIMUDANZA que dirige Alelí Arredondo
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