Exilios Voluntarios
Ilustración Original de Yunuén Mejía
Cuando me pregunto qué es lo que verdaderamente me importa en la vida, qué realmente deseo, porqué trabajo cada día?, la respuesta siempre es: ser feliz.
Quiero se feliz yo, quiero que las personas a las
que amo sean felices, y la gente a la que no conozco sea feliz, deseo desde lo
mas profundo y honesto de mi alma, que aquellos que hoy se levantan con una
nube negra en el corazón deseando el mal, planeando guerras, despojando a los
despojados, que ellos también sean felices. Por que nos hemos confundido
durante tanto tiempo creyendo que la felicidad está en las cosas, pero las
cosas no nos dan felicidad, nos dan poder; y el poder así, como lo ejercemos
ahora, no es parte de nuestra naturaleza, sino de nuestra civilización.
Yo quiero tener amigos que se maravillen del
universo, el propio y el que compartimos. Yo quiero tener una casita junto al
mar en donde pueda escuchar la voluntad de la naturaleza. Yo quiero que mi hijo
corra, grite, se trepe en los árboles, haga pasteles de lodo, construya
castillos de arena, que encuentre figuras en las nubes e historias en las
caracolas. Yo quiero que después de trabajar mi novio llegue a casa y me abrace
sentados en la hamaca mirando la puesta de sol. Quiero que mis perros anden
libres en los alrededores de la casa y vuelvan a mi por amor. Quiero bailar
cada día en donde me apetezca y bailar como mi corazón lo demande. Quiero
compartir mis conocimientos con otros que como yo, amen su cuerpo por lo que es
y no por lo que los demás ven en él.
Sin embargo, tengo amigos que se deslumbran con
las cosas. Una casita muy lejos del mar desde donde escucho motores, cláxons, y
sirenas de ambulancias, bomberos y patrullas, desde donde escucho balazos y
marchas, autos parlantes ofreciendo ofertas para comprar cosas y mas cosas. Un
hijo que en lugar de mirar el paisaje juega en un IPad. Mi novio llega a casa
mucho después de haberse puesto el sol y ambos estamos tan cansados que en lugar
de ver el cielo, vemos Netflix. Mis perros no andan libres porque se los
llevaría la perrera. Solo bailo en teatros porque hay que guardar la cordura, y
si bailo mucho tiempo lo que mi corazón me demanda vendo muy pocas funciones.
Comparto mis conocimientos con personas a las que han convencido de que un
título de licenciado es indispensable para “salir adelante”, así que no
aprenden por convicción, sino por obligación. Y estoy tan cansada de que a los
niños y a los jóvenes les digamos que sean obedientes!!!
Me doy cuenta de que la ruta por la que camino
está cada vez mas lejos de la felicidad. Así que sueño irme al exilio. Un
exilio voluntario en busca de mi corazón. Y lo único que dejo atrás son cosas.
Y si muchos como yo, nos diéramos al exilio? Y si
simplemente echáramos a caminar, a correr, reír, cantar, bailar, a encontrar
figuras en las nubes e historias en las caracolas; nos daríamos cuenta de que
las cosas no son necesarias, nos sorprenderíamos de lo poco que necesitamos
para ser felices! Exiliados en comunidad. Una comunidad de exiliados en el centro de la
felicidad.
Ahí nadie me juzgaría –estoy segura- de bailar
como los árboles, como el polvo cuando el viento lo hace volar en remolinos
para tocar el cielo.
Natalia Reza
Comentarios
Publicar un comentario