CAECITAS
A tientas, voy caminando por un pasillo largo y oscuro,
llevo puesta mi cabeza de pez por si fuera necesario saltar al océano,
iba a traer la de alce también en una mano,
pero me detuve de hacerlo por dos razones: la primera es que aquí no hay bosque así que no
tiene sentido, y la segunda, es que iba a tener una mano ocupada y no podría palpar
libremente mi camino, buscando caracolas siempre me pasa lo mismo, empiezo en el mar
encontrado piedritas y vidrios, esqueletos de peces y hasta zapatos! Pero cuando levanto la vista
para ver el sunset me doy cuenta de que voy a tientas por este pasillo largo y oscuro. Desde que
tengo memoria, a las doce con doce, viene una paloma, y con sus garras, me toma de los
hombros y me eleva por encima, entonces puedo ver que estaba dentro de un laberinto, pero la
paloma no me da miedo, la miro y ella me mira sonriendo, entonces siento comezón en la
espalda, me están naciendo alas, son iguales a las de la paloma, pero de periódico, enormes y
fuertes. La paloma me suelta y yo no tengo mas remedio que aletear, y lo hago muy bien, con
naturalidad y gracia. Frente a mí, a unos trescientos metros, puedo ver el reloj de torre mas
bello que han visto mis ojos, me acerco tanto, que mi ala derecha rosa una manecilla y yo
inesperadamente me convierto en el uno; generalmente en mi primera juventud vivía ansiosa
por ser el número uno, ahora más bien pienso que los números sirven para numerar y nada
mas, los lugares nos los damos nosotros mismos, pero con los ojos cerrados es divicil encontrar
nuestro lugar, y me pregunto si tuve los ojos cerrados siempre o esta ceguera es nueva, y por
mas que lo intento no logro recordar, hace unos días leí que los ciegos de nacimiento no sueñan
imágenes, sino sonidos, olores, texturas, y se de cierto que yo no sueño texturas, imagino que es
normal, o común, o incluso irrelevante, mientras pueda mantenerme flotando en el mar jamás
me quejaré de nada, seré igual que los pelícanos acudiendo al arrullo de las olas, o al sabor de
los peces, aunque de clavado en clavado me vaya quedando ciega, y como ellos también, me
entregaré contra una roca para morir, kilómetros y kilómetros de caracolas no encontradas que
jamás serán escuchadas en este larguísimo pasillo negro, que no se a donde me lleva. Mi abuela
estaría orgullosa de mí porque ya no invento historias, ahora distingo a la perfección la
realidad desde este hermosísimo y antiguo reloj que insiste en recordarnos el aquí y el ahora,
nadando sin pertenecer a ningún lugar, a ninguna persona, a ninguna idea, libre como ave,
como la hoja que se desprende del árbol o al menos soñando con serlo. Miro a mi alrededor y
no encuentro el reloj, no hay mar y yo ya no tengo alas, estoy dentro de un escenario y soy
hombre, y aquella que era yo me señala, quiero gritarle: "no me lastimes, somos lo mismo", en
cambio me quedo inmóvil. Me he despojado de todo, de aquel dios que no baila y que no ríe a
carcajadas, de la verdad que enunciaron mis padres, me he despojado de los roles de género, de
las clases sociales y de los partidos políticos, he vislumbrado que las fronteras están en la mente
y no en el corazón, me he adentrado en el laberinto y justo cuando se veía mas oscuro vi la luz,
y supe que no hay verdades y que la libertad no es mas que una ilusión.
Fotografías de Eric Sánchez
Intérpretes de LA TEMPESTAD
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