Estar allí me ha permitido estar aquí



"No te sientes en esa silla, porque te van a regañar" es el primer recuerdo que tengo de La Maestra, o mejor dicho: del imaginario colectivo que rodeaba a La Maestra. Yo tenía doce  años,  tomaba el taller de la noche porque todavía no podía ser alumna regular, pues para entrar al Colegio necesitaba tener la secundaria, así es que cuando yo llegaba a tomar mi clase a las ocho de la noche La Maestra se estaba yendo o no estaba.

Los bailarines de la Compañía también se iban después de su jornada de trabajo, bailarines adultos de cabellos largos, con pantalones de mezclilla ajustados, chamarras de moda, mascadas al cuello y maletas que desbordaban ropas sudadas, ligas, pelotas de tenis; fumando, bebiendo café, despidiéndose entre ellos, haciendo bromas, contentos, plenos, abordando sus autos o esperando su taxi; solo algunos se quedaban a dar la clase o a platicar con los licenciados -los alumnos mas avanzados en ese entonces- altos, atléticos, delgados, altivos, obras de arte que caminaban a mi lado sin verme. Yo creía que ése era el paraíso!

Igual me sentaba en la silla cuando estaba segura de que La Maestra ya no estaba.

Me encantaba el Colegio,  siempre olía a café, era un lugar misterioso, supongo que porque la mayor parte del tiempo que estaba allí era de noche, me daba miedo subir al segundo piso sola, hacía frío, los salones eran espacios tan grandes que sentía que podía realmente respirar, aprendí a fumar y a platicar con todo aquel que quisiera contarme su historia, me di cuenta de que muchos de los que estaban ahí estaban haciendo sacrificios muy grandes, estaban luchando con todo su ser por cumplir sus sueños.

Aprendí a llegar temprano para estirar, y luego mas temprano para ver los ensayos de La Compañía, y luego mas temprano porque simplemente quería estar ahí todo el tiempo posible y nadie me decía que no.

En el taller de la noche aprendí a que yo no era la mas bella bailarina del mundo como decía mi mamá, porque siempre había otros mucho mas dotados, mas seguros, mas fuertes, mas preparados, pero que aún así, sin ser perfecta, yo cabía.

Vi a La Maestra sentada y fumando en esa silla durante diez años de lunes a viernes, al principio en ropa de trabajo, luego ya no, a veces discutiendo seriamente, a veces riendo, muchas veces llamando a Chava para que le hiciera un mandado, pocas veces  enojada, siempre profunda.

Yo no se en qué momento La Maestra se enteró de mi existencia, pero muchas veces me mandaron por sus cigarros a la tienda y yo me sentía muy importante. Me acostumbré a vivir con  la idea de su omnipresencia durante años, ella estaba en todas las pláticas, la veía dirigiendo los ensayos, en el auditorio Josefa durante las temporadas, en el CEDART nos hablaban de ella, en las pláticas de los grandes siempre había un momento de La Maestra y su Ballet Nacional descentralizado, hasta mi mamá la entrevistó en su programa de Radio una vez.

Y después de tres años hablé con ella por primera vez, cuando ya era alumna del bachillerato, y estaba presentándome en mis primeras prácticas escénicas, fue  en un ensayo general, le dijo a mi coreógrafo que me llevara con ella, en la sala, ella estaba sentada en la fila "H" junto al pasillo, cuando me paré frente a ella estaba nerviosa, pensé que me iba a regañar, pero no, me dijo que me quitara los calzones porque se me veían debajo del leotardo, yo me sentí muy avergonzada y le mentí, le dije que no traía calzones, y ella me dijo "yo no soy tonta mi amor, mejor dime qué pasa" y le expliqué que era la primera vez que bailaba sin mallas debajo del leotardo y que me sentía muy encuerada, que se me iba a ver todo, "no se te ve nada porque el leotardo te cubre bien, lo hizo Sergio, no te puede dar pena tu cuerpo, ve al camerino y quítate esos calzones, y abre bien ese atittude en el último  giro".

La Maestra siempre encontraba la manera de explicarme las cosas, no fui una alumna fácil, la mayoría de mis compañeros ya eran bailarines cuando llegaron al Colegio, vivían solos, tenían un trabajo y un plan de vida, yo era una adolecente. Mi cuerpo no dejaba de cambiar, mi espíritu era muy rebelde, cuestionaba todo, veía injusticias en todas las acciones, y cuando los maestros no sabían qué hacer conmigo me llamaba La Maestra a su mesa y me decía "a ver Natalita, platícame cómo estás, ¿te están enseñando bien? ¿estás comiendo bien? tienes que tomar vitaminas" y yo platicaba con ella y ella me escuchaba con mucha paciencia, me hablaba de la danza y la disciplina, me decía lo mucho que se había avanzado en las condiciones de trabajo, que antes no era así, que nosotros los alumnos éramos privilegiados de poder estudiar en una escuela tan bonita y con tan buenos maestros y que teníamos que sacarle provecho a eso, y luego me decía que ella iba a encargarle a Jaime o a Antonia que los maestros de teóricas nos explicaran esas cosas en las clases, que iba a traer a Dallal a darnos otra conferencia, y lo hacía, en verdad se encargaba de todo, recuerdo que una vez cuando él terminó de presentar un libro La Maestra desde la mesa me dijo "a ver Natalita ahora sí pregúntale todo lo que quieras aquí a Alberto" y a mí me dio mucha pena, no me acuerdo qué pregunté.

Así nos procuraba ella, no la recuerdo tierna, pero sí muy honesta, comprometida, entregada. También mandó poner un mapa del mundo porque era una pena que los bailarines no supiéramos en donde íbamos de gira, mando hacer una sala de lectura, una videoteca, una biblioteca y a todo nos daban acceso.

Mi abuela decía que cuando el cielo estaba "aborregado" es porque va a hacer frío, supongo que con esto quiero decir que todo tiene un símbolo y un significado.


Conocer a la Maestra Bravo y a su Ballet Nacional, tener la oportunidad de estudiar y crecer ahí, haber bailado con éstos titanes de la danza cambió mi manera de ver la vida, cambio mi manera de enfretar las crisis, me dio fortaleza, confianza en mi misma y me permitió encontrar la entrada a un camino que parecía ser el correcto para mi. Para seguirlo tuve que dejarla, dejarlos a todos. Tuve que irme sin mirar atrás, cruzar a través del espejo.  Cada día de mi vida agradezco todas las vivencias y experiencias que me fueron dadas y que hoy, me sostienen en el camino que sigo amando. Estar allí me ha permitido estar aquí.

En la foto con Miguel Añorve en mi última visita al Colegio hace unos meses. 

Comentarios

  1. Martes de tu blog...no lo conocía, me ha encantado, encuentro tantos bellos recuerdos y tu alma hermosa develada, abrazos bailados siempre!!!

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  2. Claudia hermosa, muchas gracias, has sido una gran inspiración en mi vida, te adoro!!!

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