SER ÁRBOL
Todos tenemos una historia con un árbol. Yo por ejemplo recuerdo dos árboles muy especiales, el primero es un pirul gigante de mi infancia al que mi hermana Eli y yo nos trepábamos como pequeñas ardillas, me daba mucho miedo, pero también felicidad y de alguna manera sabía que las fuertes y gruesas ramas del árbol no me dejarían caer. El segundo es de la adolesencia, tenía una casa de madera, como en las películas gringas, era lo suficientemente alto y difícil de subir para los niños pequeños así que nosotros lo usábamos para fumar a escondidas y alardear de la vida. Pero en los árboles hay algo más que historias, hay magia, memoria, amor, sufrimiento y voluntad hay que decirlo. Basta ver a aquellos árboles, que la gente ha intentado limitar a un cuadrito de cemento cercado con púas, ¿has visto cómo los árboles se abren paso? Desbordan el cuadrito de cemento y con sus raíces revientan la banqueta, son sus voces recordándonos que ellos no son un ornamento. Y en su necedad