ENCUENTROS





Ir a comer a la casa de alguien es conocerlo, oler el recibidor, sentir la temperatura, mirar los adornos, sentarse a su mesa, probar su comida y saborear los condimentos, adivinar el tiempo que la carne fue expuesta al fuego, mirarse a los ojos mientras se toma un sorbo de vino, avivar la plática con una sonrisa o un comentario sagaz. Tratar de develar el alma del otro a lo largo del evento. 

Me parece un poco como el encuentro entre el espectador y el artista, porque desde la invitación generamos ambos expectativas, nos hacemos ilusiones y llevamos con nosotros cierta disposición. Será un encuentro entre dos mundos. Cada cual aportará su visión, su deseo. Y en este sentido me pregunto ¿cómo nos acercamos al arte cuando somos espectadores? ¿qué vemos cuando vemos una obra de arte? Mi amigo Israel Chavira me contesta:

“Últimamente ya no tengo muy claro qué es una obra de arte, así que para no complicarme doy por hecho que todo lo que se me acerca con esa etiqueta lo será, al menos para quien lo hizo, al menos para quien lo definió así y lo puso en el museo o en el teatro, luego ya no me esfuerzo tanto, si no me logro conectar, no me preocupo más. 

A veces estoy de humor y hago un poco de más esfuerzo pero sé que ya es algo intelectual y creo que cuando me descubro en ese lugar me vuelvo un poco rígido y exigente, y si mi esfuerzo debe ser mayor, más termino por concluir que no valía la pena esforzarme por querer ver arte en algo que alguien más dijo que lo era. 

Pero cuando sucede con tanta naturalidad la conexión, la última cosa que me importa es si era obra de arte o no, si tenía la intención de serlo o no. Ya luego, si tengo ánimos me pongo a pensar qué fue y cómo fue… aunque si la conexión fue rotunda, siempre tengo ánimos, porque es como tratar de adivinar de qué estaba hecho un bocadillo, para poder evocarlo después con más exactitud.”

Me quedo pensando que tal vez ésta conexión en un encuentro así tiene también que ver con la honestidad y con las pretenciones, con ser verdad. Ser verdad para uno mismo y ser verdad para el otro. Como espectador y como artista, pero sobre todo como persona. Entonces ¿cuándo o cómo sucede que los encuentros entre seres humanos se tornan violentos? ¿Cómo los encuentros entre espectador y artista lo son a veces también? Tal vez tiene que ver con mirar al otro juzgando, esperando que cumpla ciertas expectativas, y sino lo hace le disparamoas a la cabeza. ¿Será acaso parte del legado que los conquistadores nos han dejado? ¿Dominar al otro a través de nuestra fuerza, ya sea intelectual, política o brutal? 

¿Llegaríamos a casa de alguien mas para decirle cómo cocinar, qué maridaje sería el correcto, cambiaríamos la mesa de lugar, reordenaríamos sus adornos, juzgaríamos su sazón? Y el otro ¿nos lo permitiría con tal de tenernos nuevamente ahí? 

Sería entonces un sometimiento y no encuentro tal vez.

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