DÍA DE RESULTADOS





No se ganó el FONCA y se tiró por la ventana. Antes de eso se había quedado atónita frente a la pantalla del celular primero, luego frente a la de la laptop, luego frente a la de la computadora de escritorio, de alta resolución, pantalla de retina y todo eso, no había dudas ya: su nombre no aparecía en la lista. 

El párrafo ése que dice: El Fonca cuenta con recursos determinados para la presente convocatoria, por lo que la aceptación o el rechazo de las postulaciones no determina su valor e importancia, pasaba por su cabeza una y otra vez, pero ella se decía vehementemente que era una estúpida: claro que mi trabajo no tiene valor ni mucho menos importancia, teniendo a tantos artistas consagrados formados en la línea, ¿qué me había llevado a pensar que podría aspirar a un FONCA?. 

Ahí sentada frente a la computadora recordó a su mamá orgullosa con la sonrisa de oreja a oreja entregándole un ramo de flores el día de su graduación, recordó sus pies ensangrentados sobre la duela, llenos de callos, ampollas y quemadas, todas las noches de desvelo repasando la coreografía en la sala, chocando con la tele y las lámparas de mimbre; recordó todas las veces que se quedó con hambre con tal de tener unas mallas nuevas para la audición; cuando tomó el seminario de construcción de proyectos para beca, el taller de gestión cultural, las horas nalga frente a la computadora cazando convocatorias, todas las veces que trabajó gratis por irse haciendo un lugar en el medio. Hoy nada parecía valer la pena: el dinero, el tiempo invertido, su vida y sus esperanzas ahí aplastadas.

Se preparó un café y se sentó en el sillón junto a la ventana a mirar el cielo, se dijo que un FONCA no lo es todo, que un artista sigue creando y promoviendo su trabajo con o sin recursos asegurados, que a ella lo que la mueve a hacer arte es un impulso que no se puede explicar, se tiene que experimentar. A ella nada la detendría, el proyecto sigue en pie, se dijo. 

Luego en un impulso irracional regresó a mirar la página de los resultados. CLARO. Ahora todo estaba claro:  los jurados me odian, hace unos meses le dije a uno de ellos que su taller era más que una porquería, al otro lo conocí hace quince días en una fiesta y yo la verdad no había visto nada de su trabajo y eso evidentemente le ofendió y la otra vieja no inventes se le nota a leguas que me tiene envida.

La artista navegó durante horas por una turbia tempestad que la agobiaba de sobremanera, ¿qué iban a pensar los demás cuando la vieran? ¿qué valor tendría ahora su obra? ¿cómo cubriría los gastos? 

Mientras la pobre mujer caía, recordó que ésa no era la convocatoria a la que había aplicado.

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