LA CAÍDA. Invitada/inspirada por el ECCEnTiempoReal 2019 para hablar acerca de mis procesos creativos en la creación coreográfica.
“En la vida hay apenas un puñado de
acontecimientos básicos, acontecimientos a tal punto poderosos que crean
grietas o líneas de demarcación que con frecuencia encontramos y seguimos por
años, antes de que otro acontecimiento crucial nos sacuda más profundamente
aún, o nos reoriente hacia una nueva cartografía. Mientras nos acercamos a
tales sucesos, los augurios aparecen por doquier, el mundo se torna
peligrosamente mágico, como si hubiésemos convocado a los dioses, y los dioses
respondieran ahora.”
Clayton
Eshleman. Mecha de Enebros.
Soy Natalia Reza y no se todavía lo que eso significa. Nada de lo que soy
hoy lo seré para siempre, todos mis pensamientos están siendo cuestionados constantemente
por mí y por todo aquello con lo que co-existo. Mis deseos, mi atención y mi
energía están transformándose como la vida misma. Quiero saber qué hago aquí,
porque soy mujer, morena, mexicana, porque elegí a la pareja que tengo, porqué
me he quedado a vivir en Morelia tantos años, porque hago Pilates y no zumba, porque
elegí la cabeza de pez, porque tengo una lesión en el psoas y no en el codo, porque
soy madre de un niño y no tres tortugas, porque leo en lugar de escalar, porque
tengo tres perros, por qué no podemos ver la materia oscura, porqué soy
alérgica a los metales, porque aparecieron tantos animales en mi meditación,
porque me piden que firme documentos para sostener un sistema de políticas
culturales que nos separa, clasifica, jerarquiza, y utiliza, diciéndome que es
para el bien de la comunidad, porque tengo la sensación de que hablar de
producción mata toda esencia artística, a que se refieren cuando hablan de la
comunidad dancística, cómo se inscriben al gremio de la danza, quiero formar
parte de éstas comunidades, qué o quién es el otro, es extraño o próximo, cómo
se vive la alteridad en la danza, me considero artista, porqué a veces me
siento como una planta que se conecta a la tierra y se deja mecer por el viento,
porque a veces me habita Baba Yaga
Supongo que tengo más preguntas que certezas y eso me emociona mucho, para
mí la creación es una forma de des encriptar pistas que me van posibilitando
ver con un poco más de claridad cuál es mi pregunta, si puedo aproximarme a
algunas respuestas y en dónde me sitúa eso, dicen las sabias de mi linaje que
ésta investigación me guía a descifrar un mensaje que contiene en sí mí
contrato sagrado. Considero que las personas somos seres que se autoconstruyen,
con la influencia inaplazable de la cultura y con la resistencia de una pulsión
que asoma nuestra unicidad. Somos personajes. Obras auto biográficas. Terreno
fértil. Versiones posibles.
Estoy interesada en lo que Clayton Eshleman llama “la caída” que define como la
crisis de lo humano al separarse de lo animal, por ello habito arquetipos a
través de los cuales la psique humana comunica, se expresa, se devela, se
vincula; al mismo tiempo que busco desde la intuición re-conectar con la
naturaleza de lo salvaje, para adentrarme en la cueva que es el origen, el principio,
ahí en donde no había separación alguna, en donde todo era junto, cálido,
húmedo, fluido, en donde no existía la noción de poder y las ancianas se
sientan a cuidar del fuego.
Es mi deseo, vivir y compartir la danza como una experiencia que se
transforma incesantemente, que no le pertenece a nadie, que no se enuncia como
verdad, sino como posibilidad, como espacio de libertad, pluralidad, construcción
de individualidad y auto-dependencia, vitamina para la resistencia y la
rebeldía, creo que mi quehacer en la danza está más relacionado con el ritual
que con el espectáculo y mi gran tarea es desaparecer para poder dar lugar a lo
divino.
Pienso que los procesos colectivos en la danza son un ejercicio de
ciudadanía, la forma en la que nos organizamos, comunicamos, referimos y
relacionamos dentro de los grupos, compañías, colectivos, centros de
producción, asociaciones, redes, cooperativas, etc., son a la vez semilla y
espejo de lo que somos a nivel global como sociedades, la manera en la que
asumimos o no responsabilidades, roles, jerarquías, acuerdos, convenios en los
grupos en los que hacemos obra es también la manera en la que nos relacionamos
como vecinos, conductores, sujetos fiscales, parejas, padres, amigas., los temas
que abordamos, el enfoque y tratamiento que les damos, nos construyen de cierta
forma, porque nuestra vida no está separada por secciones como a veces nos han
hecho creer, porque las experiencias en las diferentes dimensiones de nuestras
vidas se atraviesan indiscriminadamente.
En las pinturas rupestres del paleolítico encontramos ésta concepción zoo-antropomorfa
del hombre con cabeza de bisonte porque lo que ahora conocemos como el hombre
no se veía a sí mismo distinto del animal que cazaba, se sabía parte de aquella
manada de la que se alimentaba, cuando el hombre sale de las cuevas comienza la
caída, la separación, la crisis, éste hace consciencia de su poder y su poder
le corrompe, pero se encuentra también con una gran pérdida: la intuición.
Entonces mientras más se aleja de su naturaleza animal más poder y menos
intuición. La cosmología de la cultura Wauja
del Alto Xingú del Amazonas habla de que las ropas son las humanas, es decir,
nuestra verdadera identidad: la salvaje, la primigenia, está debajo de lo
humano y es animal, bestial, éstas concepciones se manifiestan desde las
pinturas del paleolítico que pudieran concebirse como la primera evidencia de
la psique humana, hasta culturas que han sostenido sus tradiciones y memoria
oral como ésta Amazónica o como las historias de los nahuales en México, los
nahuales son nuestros animales totémicos, nuestros animales de poder, ellos
están ahí y son inclusive incontrolables porque se manifiestan cuando nos
embriagamos, tomamos medicina, o entramos en crisis, ellos tienen su propia
voluntad y nos salvan si es necesario; Clarisa Pínkola Estés habla también de
la mujer lobo, aquella que se reconstruye desde los huesos y corre desnuda y
temeraria adentrándose en el bosque para encontrarse a sí misma, para
reconocerse y recuperarse; Isadora Duncan lo dijo también “fuiste salvaje una
vez, no dejes que te domestiquen” y toda su investigación en la danza tenía que
ver con volver al estado natural. Gustav Jung fue un psicoanalista que se
adentró en el trabajo de los arquetipos y dentro de ellos habló de nuestro
estado salvaje como la bestia, también habla del caballo como la figura que
acompaña al héroe y que representa el arrojo.
En 2015 viví una situación que me hirió profundamente y me dejó sin
autoestima y sin confianza en las personas, ésta situación afectó a muchos, fui
amenazada, violentada, y extorsionada, como me había empequeñecido tanto creí
que merecía ser castigada, así que me coloqué a mí misma en circunstancias en
las que me humillaba y me dejaba ofender y lastimar sin chistar. A veces cuando tomaba consciencia del daño que
me estaba causando rezaba porque la potencia del pez de Caecitas volviera a mí,
pero no volvía, estaba solamente el miasma. Ése mismo año como parte de un
programa del IMCINE formé parte de un equipo de cinematografía con quienes
producimos y realizamos un cortometraje acerca de la contaminación en el lago
de Pátzcuaro y mi pez estuvo allí, pude conectar con él otra vez, por un
pequeño instante me hizo saber que todavía estaba vivo. Luego construimos Los
Locos del Planetario y reconstruimos Caecitas y mi pez estuvo allí, distinto,
oscuro, como lejano, como si no me conociera.
Entonces en una sesión del Círculo de Mujeres hicimos una meditación para
conectarnos con nuestro animal de poder y en ella me vi a mí misma entrando a
una cueva acompañada de Lilus mi perra, un gran oso pardo y un colibrí que
revoloteaba sobre mi cabeza, al cruzar la cueva todo era verde, con un río azul
que pasaba de lado, era claro y hermoso, había una anciana que me invitó a sentarme
con ella y mirar el fuego, hubo silencio, aceptación y mucha paz, luego me dijo
que me fuera, que tenía que seguir caminando, salí de la meditación y escribí
Mamuba un cuento que es un viaje de empoderamiento y autodependencia, lo llevé
a un proceso de creación dentro del Diplomado Interacciones y como al mismo
tiempo estaba cursando el último año de una Maestría en Desarrollo Humano y
operando y viviendo el Festival de Interconexiones Humanas con los Locos del
Planetario mi proceso de creación estuvo mucho más orientado a la investigación
de la experiencia sensible que la experiencia estética, éste proceso me llevó a
hacer un libro y una instalación que se activa con la participación del público
a través de instrucciones de acción siguiendo la idea de Fluxus que Benito González
compartió con nosotros, en el árbol estuvieron presentes el oso, el colibrí, y
la anciana del bosque, la gente se acerca a habitarlos y juega, se ríe, se toma
fotos, platica conmigo y me cuenta cosas muy íntimas como si fuéramos amigos de
toda la vida, ahí yo estoy presente sólo como acompañante o guía, no bailo, no
dirijo, sólo estoy; con ésta experiencia volví a encontrar la luz y una nueva
versión de mí misma. Estaba inmersa en disfrutar de ésta experiencia en la que
me convertía nuevamente en persona cuando un grupo de amigos me propusieron que
retomáramos el proyecto de La Tempestad para bailar juntos otra vez y lo
hicimos, replanteamos la forma de trabajo a una fórmula más cooperativa,
solidaria y colectiva y una vez más remontamos Caecitas y la presentamos en
algunas funciones, pero la obra no nos estaba conectando, necesitábamos algo
nuevo que fuera de todas nosotras, algo que hablara de lo que estábamos
viviendo, algo que nos diagnosticara en el proceso y nos sanara en las
funciones.
En esa etapa empecé a soñar con un caballo, uno muy grande, mucho más que
un percherón, uno color crema tirándole a dorado que llegaba trotando junto a
mí justo cuando tenía que ir corriendo a salvar a Quetzal, mi hijo, y yo
trataba de montarlo, pero era muy alto y eso lo hacía muy difícil, además el
caballo no se quedaba quieto seguía trotando alrededor de mí, eventualmente lo
montaba y cabalgábamos juntos saltando toda suerte de obstáculos en el camino
hasta llegar a donde estaba Quetzal sano y salvo porque Eric ya lo tenía en sus
brazos y me esperaban sonrientes, ellos sabían que yo lo lograría. Como éste
sueño se volvió recurrente me puse a revisitar mis libros de Jung y encontré que
el caballo es el arrojo, la valentía, el fiel acompañante del héroe y pensé que
tanto Selene como Alelí y yo estamos en un proceso de ser valientes, de no
quedarnos estancadas en los daños vividos, sino encontrar el camino para seguir
andando y reinventarnos, y que tenía que ver completamente con nuestra
naturaleza de mujeres, así que compartí con ellas esta idea y nos aventamos a
explorar la posibilidad de ser caballos, ser arrojo.
Al inicio quise construir escenas empleando estrategias que habían
funcionado en Caecitas, pero no funcionaban aquí, sencillamente porque estaba
impuestas, no eran naturales, así que solté las estrategias y la idea de montar
una coreografía y escribí un guion basado en las pláticas que teníamos, lo
llevé a los ensayos y nos pusimos a improvisar sobre él.
En el guion propuse que desarrolláramos escenas partiendo de una palabra o
concepto que detonara la acción:
-Estar atascadas o atoradas
-Convertirse en caballo
-Tratar de decir algo
-Sostener al patriarcado
-Destrozar al patriarcado
-Ser solidarias
-Hacer una declaración
Todas las escenas han tenido varias versiones porque en realidad siempre
improvisamos y el orden lo decidimos un día antes del estreno y tuvo mucho que
ver el espacio en el que nos presentamos que es la Casa Taller del Maestro
Alfredo Zalce quien fuera un artista plástico michoacano.
Invitamos a Annel Melgarejo quien es una realizadora michoacana a que hiciera
un cine minuto que contrastara con la escena en vivo, que le mostrara al
público otra posibilidad, algo que pudiera ser el imaginario de éstas mujeres
lastimadas y oprimidas y filmamos un día en la Calzada San Diego, otro día en
Camécuaro y un día más en el Lienzo Charro en donde Valentina una niña de siete
años y dueña de los caballos se unió a la filmación.
Conocí a Natalia Angel por un amigo en común, nos vimos un par de veces y
hablamos muy poco, un día ella subió un video de una pieza que compuso y le
escribí para decirle que me había gustado mucho y ella me dijo que le encantaba
el Proyecto Mamuba y yo le dije que estaría padre armar algo juntas y me dijo
¿te parece bien si voy mañana? Al día siguiente llegó a Morelia, la hospedé en
mi casa y estuvimos platicando e improvisando juntas una semana en mi
saloncito, no concretamos nada, pero nos dimos cuenta de que fluíamos con
bastante naturalidad. Un día me escribió para decirme que venía a Morelia y le
dije que en esos días estrenábamos Cuando el Caballo Vuelva y si no quería
echarse un palomazo en la función para ya hacer algo juntas y lo hicimos, el
resultado fue conmovedor e inspirador, no podemos ya concebir la obra sin la
participación de Natalia, para la segunda temporada Selene tenía tres meses de
embarazo y decidió no bailar, entonces le propusimos a Natalia que además de
hacer la música en vivo entrara a bailar y ha sido una experiencia maravillosa
para todas.
Me ha llevado años poder aproximarme a lo que pudiera ser una definición de
mi quehacer artístico y muy probablemente éste momento sea sólo una parada más,
una posible versión de mí misma que dentro de poco va a volver a cambiar, soy
un pentimento. Pero por ahora, quiero habitar y compartir con todos mis
sentidos el viaje de los arquetipos que he emprendido casi inconscientemente
desde hace ya más de diez años. La búsqueda de aquellas figuras ancestrales que
me ayudan a construir el rompecabezas que soy, figuras que me contienen y
sostienen emocionalmente, mi acercamiento a ellas, me hacen un ser humano
resiliente, capaz de afrontar, superar y sublimar circunstancias adversas no
sólo para seguir viviendo, sino para seguir creando.
·Personaje de papel de José Angel Rochin
·Personaje de papel de José Angel Rochin
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