El peligro no nada mas es morir asesinada
La primera vez que me enseñaron a tener miedo de andar sola, estaba en la
primaria, tenía como ocho años y vivía en un lindo pueblito del Estado de
México, en donde había campo, y sembradíos en donde jugábamos a las escondidas
cuando estaba alta la milpa. Vi nacer cerditos, pollos y perros, trepábamos a
árboles tan altos que luego teníamos que pedir la ayuda de los adultos para que
nos bajaran. Casi todos los caminos eran de tierra suelta y el pasto amanecía
escarchado porque hacía mucho frío, la carretera que conectaba los pueblos
estaba empedrada y si la seguías llegabas a las pirámides de Teotihuacán.
Íbamos a la escuela caminando porque básicamente atravesábamos los patios y
jardines de las casas que siempre estaban abiertas, en el camino todos nos
saludaban y nos apuraban para que llegáramos a tiempo, en noviembre nos daban
un pan de muertos y veíamos los altares, algunas veces de regreso pasábamos con
la Tía Carmela y nos daba un vasito de pulque con azúcar. Le ayudábamos a mi
abuela a darle de comer a los pollos y a recoger los huevos de las gallinas,
nos subíamos a las bardas de las casas a ver la vida y a arrojar globos llenos
de agua para verlos reventar en el piso.
Ahí en medio de ésa bella infancia me enseñaron que si algo malo nos
pasaba tenía que soplar con todas mis fuerzas un silbato que traía en mi bolsa,
me dijeron que estaba bien morder, patear y gritar si alguien me quería jalar o
tocar y nos limitaron la hora de regresar a las siete de la noche. Habían
violado y asesinado a una mujer a una calle de mi casa, el rumor decía que
había sido su esposo: un policía.
A partir de ése momento he tenido miedo siempre, a veces más, a veces
menos. Cuando he viajado en autobús de madrugada rodeada de puros hombres,
cuando camino en la noche por una calle vacía, cuando me subo sola a un taxi,
cuando me pongo tacones porque sé que si algo pasa no podré correr muy bien,
aunque también un tacón puede ser un arma. Así andamos las mujeres creando estrategias
de auto cuidado y redes de protección, nos mandamos mensajes para avisarnos que
ya vamos en camino, que ya llegamos a casa, que el taxi se desvió, que el
autobús se descompuso en la carretera, que vamos a parar a cargar gas. Andamos
dejando cuenta de cada paso que damos, al menos para que alguien sepa en dónde
andamos.
Y el peligro no nada más es morir asesinada, el peligro es morir de miedo
poco a poco, hasta secarte, al ser agredida cada día como si fuera normal y
correcto, porque si no estás alerta, un día despiertas sin autoestima y arrojo,
pierdes tu muchosidad como la Alicia
de Tim Burton. Me han ensañado a tener miedo, porque a mi mamá se lo enseñaron
y a mi abuelita también, pero saber que puedo morir en cualquier momento porque
alguien mas no puede contener su necesidad de poder, me da fuerza para seguir
siendo libre, usar faldas, pintarme los labios, salir a tomar una cerveza,
decir lo que pienso, trabajar por mi cuenta, aplaudir los logros de otras
mujeres, conocer mis derechos, apoyar a otras mujeres cuando defienden una
postura. Quiero vivir en un mundo en donde no corra peligro de que me maten por
ser mujer y ése es uno de los motivos por los que bailo, porque desde la danza
se logra un acercamiento sensible y humano que nos permite ver a todos con el
mismo amor que vemos a nuestros seres queridos, y les concedemos y les
perdonamos. Bailemos todas para no morir ni de miedo.
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